lunes, 17 de mayo de 2010

TRAYECTORIA POÉTICA DE MIGUEL HERNÁNDEZ: LA EVOLUCIÓN DE SU POESÍA.

La evolución de la poesía de Miguel Hernández no es sino una evolución paralela a su madurez psicológica y experimenta un proceso de interiorización de la realidad y de los sentimientos. Toda su poesía está llena de propuestas poéticas y gran variedad tanto en los temas como en el estilo. Podemos diferenciar cuatro etapas sus obras más importantes.

La primera etapa, comprendida entre los años 1910 y 1934, dedicada a la descripción del mundo externo, la naturaleza como vivencia y objeto de observación. (falta un verbo en forma personal)Su primer poemario publicado fue Perito en lunas (1932), inspirado en la obra de Góngora. En él Hernández pretende la perfección del artista combinando la metáfora culta con el humor e ingenio de las adivinanzas de tradición popular. La mayoría de poemas se caracterizan por el simbolismo sensual. Destacan la pasión por la naturaleza, la cultura y lo sexual de un jovencísimo Miguel Hernández.
El símbolo más utilizado en esta primera etapa es la luna, valor máximo como lenguaje de la naturaleza. El poeta se define como “experto” (perito) en lunas, tanto en su acepción natural, pues el poeta había contemplado la luna por su oficio de pastor, como artística, ya que todos los objetos de su alrededor los refleja con metáforas utilizando este símbolo. En contextos amorosos, se asocia a la luna con los ojos (“luna lluviosa” significa llanto); en Perito en lunas se le da el valor de centro de su universo y retrata objetos cotidianos, como en el poema “Toro”:
¡A la gloria, a la gloria toreadores!
La hora es de mi luna menos cuarto.


La segunda etapa está marcada por la publicación de El rayo que no cesa (1935). Es una etapa de encuentro con los otros, los amigos y el amor, pues como dice el verso que reutilizó Hernández del poeta murciano Federico Balart: “Juventud sin amores no es juventud”. Esta obra es un conjunto de poemas y sonetos amorosos en los que la queja del enamorado se debe a la inaccesibilidad de la amada, es decir, la queja del enamorado por no poder gozar carnalmente de su amor. Se centra en las relaciones amorosas y sucesivas con tres mujeres. Su novia y más tarde esposa, Josefina Manresa, de educación muy estricta y aferrada al catolicismo de su Orihuela natal, lo rechazó en su querencia carnal. Durante su estancia en Madrid mantuvo una aventura erótica e intensa con la pintora Maruja Mallo, quien lo despreció inesperadamente tras su detención en 1936. Por último, María Cegarra, amor platónico no correspondido.

En 1935 Miguel Hernández experimenta un cambio ideológico y estético, un cambio en su actitud cívico-social. Abandona su ideología religiosa y se centra en la defensa del proletariado y las clases sociales más desfavorecidas. Con este giro inicia la tercera etapa, la poesía de guerra (1936-1938), en la que destaca tanto su dedicación a la poesía como su participación en diferentes frentes del bando republicano. Se le conoció como el poeta-soldado. Las dos obras principales de este período son Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1937-1939). El primero, una publicación de romances con un idioma llano y popular pero sin renunciar a las calidades poéticas. Con estos poemas llenos de optimismo pretendía el escritor insuflar ánimos a los combatientes republicanos. Aquí aparece con claridad el tránsito del yo de la poesía intimista de El rayo que no cesa al nosotros global de una poesía de carácter social, en la que las angustias del poeta se identifican con las de todos los hombres.


Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón y me aventan la garganta.

si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.


Un año después, la vena optimista de Viento del pueblo es sustituida por el derrotismo y la sensación de que el hombre es una amenaza para el hombre, se ha animalizado (“homo homini lupus”). Esta obra está impregnada de dolor y de ira y con ella se marca el modelo de la lírica española de posguerra. Emplea a menudo el símbolo del vientre materno y lo identifica con los hombres, la naturaleza y el cosmos. Busca en su mujer y la descendencia un nuevo brote, pues el hijo representa al futuro con esperanza.

Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!


Finalmente, a partir de 1938 comienza la cuarta y última etapa, de poesía intimista y carcelaria. El Cancionero y romancero de ausencias , de versos libres en poemas memorizados o escritos en cualquier soporte, hasta en trozos de papel higiénico. Su estado de salud empeoraba y él sabía que esos poemas podían ser el sustento de su familia el día de mañana. Durante los últimos meses de la contienda, fue elaborando una especie de diario con poemas breves de canciones y romances. Esta poesía de un profundo sentimiento, llena de símbolos y referencias a su obra anterior, fue compuesta en su mayor parte durante su estancia en las distintas cárceles por las que pasó el poeta desde el estallido de la guerra. Los temas principales son el amor y las adversidades por la ausencia de justicia, amor y de libertad. En muchos de sus versos se vislumbra la derrota bélica y el sufrimiento de la inmediata posguerra, así como también la oposición entre luz y sombra, lo positivo y el futuro, frente a lo negativo y el pasado. El poeta lucha por salir de la sombra pero demuestra que el hombre es el devenir y muestra la mayor esperanza en poemas como “Eterna sombra”:

Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo


La obra de Miguel Hernández, destacada por su alcance social y valor estético, muestra una gran evolución y un proceso de cambio en la mentalidad del poeta que le llevó a situarse entre los poetas españoles mejor considerados. A este hombre de pueblo y del pueblo, por sus orígenes y por su inclinación, le bastó su jovencísima vida para demostrar el intento de superación de su clase social y cultural, gracias a su obra poética y teatral. Sobre todo poética

TRADICIÓN Y VANGUARDIA EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

El poeta del pueblo o el poeta del corazón, Miguel Hernández, fue uno de los poetas más importantes de la literatura española del siglo XX. En primer lugar, por su espíritu humilde y comprometido, y en segundo lugar, por su innovadora poesía que a la vez reproduce la tradición popular y los rasgos más importantes de muchos otros autores y corrientes estilísticas. Llevado a la muerte por sus ideales republicanos y la falta de apoyo, Miguel Hernández nunca perdió la esperanza de construir un mundo mejor, algo que nos transmite en su poesía. La importancia de sus poemas yace, pues, en la influencia que reciben y a su vez, en la influencia que produjeron una vez muerto el poeta, ya que sus méritos no fueron reconocidos en vida. Su obra poética constituye toda una evolución de su vida plasmada, por lo tanto, hemos de reconocer los estilos y gustos literarios del poeta.

Miguel Hernández tuvo como primera inspiración la literatura oral de tipo popular, pero por otro lado, también leía a los autores cultos, y con el tiempo, tiende a la innovación y creación de un estilo propio. Veamos la tradición de su poesía en cuanto a tres ejes. En primer lugar cabe destacar que encontramos en su obra influencias de la literatura española. Su primera etapa fue de costumbrismo regionalista, y a ésta añadió propio sentimentalismo: la identificación emocional del propio poeta con la naturaleza. Como ya hemos dicho, encontramos influencias en sus primeros poemas de Juan de la Cruz y Fray Luis de León, que combina con la poesía renacentista y con la poesía pastoril. El rayo que no cesa es una reelaboración pagana y sensual de la poesía con todas esas influencias, además del petrarquismo de Garcilaso y el existencialismo de Quevedo. Su poesía amorosa anterior a la guerra civil se forja en la tradición del amor cortés, y sus primeras obras, están impregnadas de un toque modernista siguiendo a Rubén Darío. Por otro lado, tiene influjos de Unamuno, Machado y Juan Ramón Jiménez, a quienes lee con asiduidad. Pero en esta etapa de formación de una voz poética propia tampoco rechaza a algunos autores románticos como Bécquer, Espronceda o Zorrilla. En Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras aparece una alusión a Calderón de la Barca, y también encontramos vestigios de Lope de Vega. Pero sobre todo, tiene influencias en su primera etapa de la poesía de Luis de Góngora, que se mantiene hasta el último poema de El rayo que no cesa.

En segundo lugar, Miguel también sigue la línea de la vanguardia y el surrealismo. Aunque sus contactos con las vanguardias fueron escasos, bebe de algunas de sus características. Utiliza un lenguaje surrealista antes de tener que dirigirse al pueblo llano en su libro Vientos del pueblo. Pero después de esta etapa de poesía ‘’rebelde’’, Hernández escribe a la ausencia de libertad y de esperanza, a los enamorados que no pueden estar juntos, a la inseguridad del futuro… etc. Precisamente a finales de 1935 utiliza algunas imágenes extravagantes , y muestra un conflicto entre la mortalidad y la fuerza pasional de vivir, y por su cambio ideológico, vemos una evolución, abandonando así el tradicionalismo social y conformista. En definitiva, en la obra de Miguel Hernández confluyen lo clásico y lo moderno.

Finalmente, Hernández bebe del neopopularismo, que obtiene por la tradición oral y además, sus lecturas: del folklore español y de recreaciones cultas de otros poetas que realzaban la lírica tradicional, y de aquí sacó inspiración de su contemporáneo Federico García Lorca. Hernández dio a su poesía una valoración inmediata, de comunicación con la vida, y la tradición popular persiste, en mayor o menor grado, a lo largo de toda su producción literaria. Este es pues, el estilo del poeta pastor, con influencias variadas que dotan a su poesía de una tradición necesaria y además con la creación de su propia voz poética.

COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN MIGUEL HERNÁNDEZ.

Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela el 30 de octubre de 1910 y murió en Alicante el 28 de marzo de 1942. fue un poeta y dramaturgo de gran relevancia en la literatura española del siglo XX. Su compromiso político se basó fundamentalmente en la defensa de los más débiles, es decir, la clase trabajadora y aunque conoció a personas importantes de la literatura española, nunca olvidó sus orígenes, y se consideraba parte del pueblo.

La primera obra teatral que publicó Miguel Hernández era religiosa, un auto sacramental. En el que condena los actos revolucionarios de los campesinos y critica las posiciones políticas de anarquistas, comunistas y sindicatos obreros. Este es un periodo conformista y reaccionario que va desapareciendo y deja paso a un sentimentalismo costumbrista. Podemos destacar ‘En mi barraquica!’, poema en el que utiliza un lenguaje huertano, similar al panocho murciano: ‘¡Créalo! No han habío cuasi ná e cosechas: ‘me s’heló la naranja del huerto, no valió la almendra, las crillas del verdeo, el río, cuando se esbordó, de ellas me dio cuenta que las pudrió tuicas: no he recogío pa pagar la jüerza!’ Se aprecia ya aquí una preocupación social.
La situación social y política que le toca vivir a Miguel Hernández es una oligarquía territorial que impedía cualquier reforma agraria para cultivar los predios y repartir el cultivo de los latifundios del agro español. Miguel Hernández se funde, se asimila, se considera una parte del pueblo; podemos decir que Alberti y García Lorca hacen poesía del pueblo para el pueblo, pero los poetas de la Generación del 27 no hablan de los problemas del pueblo. Los poetas de la Generación del 98 no sabían resolver los problemas sociales y políticos de su época por lo que crean una España soñada y recreada. En cambio, él, sin poseer la cultura de sus predecesores, aportó propuestas de reforma agrícola de mejor reparto de tierras y cultivo racional, como bien podemos observar en el poema Aceituneros: ‘Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma ¿quién levantó los olivos? No los levantó la nada, ni el dinero ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor.’

Puso todas sus fuerzas para defender la tierra, así como para dignificar a los campesinos y concienciarlos de sus derechos y posibilidades de conseguirlos. Poco a poco Miguel Hernández se decanta para el lado del débil obrero y reivindica los derechos del pueblo trabajador. Así fue como abandonó la poesía pura y católica y se pasó a la poesía impura, que incluía algunas protestas sociales; la cual, podemos decir, tenía ímpetu social y afinidad con la ‘inmensa compañía’, así como libertad y defensa de los valores humanos.

En 1935 Miguel Hernández experimentó un cambio estético e ideológico y abandonó el credo religioso por represor y reaccionario como bien podemos observar en su poema Sonreídme: ‘Vengo muy satisfecho de librarme de la serpiente de las múltiples cúpulas, la serpiente escamada de casullas y cálices: su cola puso acíbar en mi boca, sus anillos verdugos reprimieron y malaventuraron la nudosa sangre de mi corazón. Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos, de aquella boba gloria: sonreídme.’ En su drama social Los hijos de la piedra, escrito en este mismo año, defendió el tiranicidio. Un año más tarde escribió El labrador de más aire que impulsaba a los campesinos a esgrimir símbolos comunistas y a protestar con amenazas al cacique despiadado y abusador.

Su compromiso político se basa en experiencias cotidianas que él mismo y los suyos han sufrido. Se decantó por el bando republicano, en contra del rebelde, el invasor, el asesino, el rico. Cultivó una poesía de propaganda y aliento que circulaba por las trincheras.

En el libro Viento del pueblo (1937) podemos observar su faceta optimista, alentadora, entusiasta y combativa por la esperanza en la victoria donde lo colectivo gana importancia a lo personal y se refleja la solidaridad con el desvalido así como se exalta la virtud del amor a la patria. Miguel Hernández pasa del motivo religioso al mensaje rebelde contra la sociedad inicua y revolucionario, contra la sociedad represora. Su estilo se hace claro y transparente, directo, para que pueda ser comprendido por la clase humilde, la mayoría de los cuales son rurales y analfabetos. Utiliza el metro popular, el romance y la metáfora se simplifica. Su poesía se caracteriza por un tono épico y social y con ella sigue luchando contra la opresión y las cárceles.

En 1938, ya cuando la derrota republicana es inminente, publica El hombre acecha, una visión pesimista de la guerra. Esta poesía tiene un verso amplio y doloroso, lento. Miguel Hernández finalizó este libro con una petición de esperanza ‘Canción Última’.

Podemos destacar la fidelidad del poeta a sus propios orígenes humildes. Su poesía social refleja el dolor compartido y la denuncia contra la injusticia capitalista, defendiendo a las clases explotadas. Alabó a sus amigos republicanos por su combativa resistencia a favor de los ideales democráticos de la España progresista y a vejar a los enemigos de la España libre.

Por lo tanto, podemos decir, que Miguel Hernández representa todo lo que significó la II República española como afán de superación, alfabetizando y cultivando a un pueblo exagerado y abandonado por las leyes de instrucción. Ha servido de modelo para muchos poetas y como bien dice Jesucristo Riquelme, hay escritos que incumben más que el escritor, pero en el caso de Miguel Hernández, es la persona la que brilla por encima de sus textos.

Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández

Miguel Hernández absorbió desde sus lecturas de adolescentes a nuestros clásicos y muy pronto a los poetas de la generación del 27. Y aunque estos poetas lo consideraron un “provinciano” y por tanto no lo veían como uno de los suyos, él los admiraba y la fusión entre tradición y vanguardia fue una característica que unió a Hernández ya al grupo poético de los 27.
En esa fusión se aprecia la participación de:

  • La tradición literaria: los clásicos de nuestro siglo de oro influenciaron a MH, ya que el trágico sentir del amor en los sonetos de Quevedo, el teatro, los poemas de Lope y sobre todo la metáfora culterana de la poesía de Góngora se manifiestan en la poesía de MH. Además le influyen el neopopularismo y algunos aspectos de la poesía de Becker (la desnudez, la pureza y la técnica del Simbolismo).

  • El magisterio de la generación inmediatamente anterior: También repercutió en la poesía de Hernández la poesía simbolista-modernista de Rubén Darío y la “poesía desnuda” de Juan Ramón Jiménez.

  • Las vanguardias: dentro del concepto de la “deshumanización del arte” (eliminar de todas las formas de arte todo lo que tenga relación con los temas humanos) las vanguardias buscaban un lenguaje propio basado en la audacia de la metáfora. Y tanto MH como la generación del 27 “absorben” este aspecto de las vanguardias, en su primera etapa (los años 20), pero lo hacen de forma innovadora y sin romper del todo la humanización del arte.
Con los años treinta irrumpe otro movimiento de vanguardia, el Surrealismo, que supone la “rehumanización del arte” e implicará una nueva imagen poética y una reivindicación de la “poesía impura”, lo que también contribuye a la poesía de MH.

Una fantástica simbiosis de todos estos factores se puede apreciar en la poesía de MH.
En Perito en lunas se puede ver la “poesía pura” tan típica de los comienzos de la generación del 27. La estética de este primer poemario contiene la fusión de tradición y vanguardia ya que podemos encontrar un vanguardismo tardío, cubista y ultraísta, el hermetismo intenso y lúdico que convierte al poema en un acertijo poético y el empleo de características del gongorismo como la octava real, las fórmulas sintácticas, el léxico culto, el hipérbaton recurrente y las imágenes metafóricas complejas.

En El rayo que no cesa, MH sigue la estela de un nuevo romanticismo de la mano del surrealismo, que implica una “rehumanización del arte”. Pero este poemario de amor trágico funde esa concepción poética con la tradición ya que: trabaja la métrica clásica (soneto quevedesco), la estructura y los componentes temáticos nos remiten al modelo del “cancionero” de la tradición del “amor cortes” petrarquista y la influencia del “doloroso sentir” de Gracilazo y el “desgarrón afectivo” de Quevedo.

Al irrumpir la guerra con vientos del pueblo comienza el tiempo de la poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia, por lo que hay: un empleo abundante del romance y del octosílabo, desarrollo amplio que remite a la “poesía impura” y además lo lírico cede a lo épico. Por lo tanto la imagen vanguardista y la metáfora surrealista, se funden con el neopopularismo en el tono y la métrica.

Finalmente con el Cancionero y romancero de ausencias hay un proceso de esencialización y de desnudez poética que se ciñen a los esquemas de la canción tradicional. Con ello, MH se relaciona con una corriente revitalizadora del “cantar” y es aquí, nuevamente, donde la tradición ofrece sus modelos a la vanguardia.
Herenia Miralles Liborio
2ºBat A

Evolución poética de Miguel Hernández

En la evolución poética de Miguel Hernández se desesarrollan una serie de imágenes y símbolos con una gran fuerza expresiva. Este recorrido se divide en cuatro etapas distintas.

La primera es la etapa oriolana, en la cual el poeta se centra en los detalles de la naturaleza, con metáforas hernandianas que se basan en lo material y lo humilde. La luna se convierte en el eje principal, siendo lo redondo como se observa en el caso de Perito en lunas, donde este símbolo adopta significados diferentes a lo largo de la obra.
En el primer caso se contempla la luna como paradigma del comportamiento de la naturaleza. De esta forma se describen los ciclos del cambio de la luna y de las estaciones, con la intención de exaltar las distintas etapas de la vida. Este símbolo representa el infortunio ante la fatalidad femenina, como en ‘Sólo por amor’, la fatalidad de la esclavitud, como en ‘Aceituneros’, y la tristeza del alejamiento de la patria ante el sentimiento de derrota y tragedia. En los últimos poemas de Cancionero y romancero de ausencias, el autor se siente amenazado por el rayo, pero ante el nacimiento de su hijo recupera la esperanza y abandona la bipolaridad astral para dar paso a la madre lunar como símbolo de fecundidad salvadora, como se observa en ‘Hijo de la luz’. En el segundo caso se contempla el proceso creativo del escritor, que se representa con la metáfora de las fases lunares. También se incluyen las metáforas procedentes de Góngora, como en la octava real ‘Toro’.

La segunda etapa es la amorosa-existencial, donde los objetos punzantes se convierten en metáforas de la pena amorosa y en fatalidad. Esta etapa transcurre en el cambio de Miguel Hernández al ser inconformista y rebelde. Aparecen objetos como cuchillos y puñales, pero en especial el rayo. El significado de este símbolo como elemento de la naturaleza tiene dos variables, la del rayo de luz procedente del sol y la del rayo de tromenta. Esto demustra el sistema bivalente de significación de Miguel Hernández.
El primer exitoso poemario del escritor fue El rayo que no cesa, el soneto ‘El silbo vulnerado’ refleja la pena por el amor y la ausencia de la amada. Un significado similar lo tienen el ave y el cuchillo, reflejando el sentimiento de fatalidad por la crisis personal del poeta, del cual solo lo salva el amor y el valor épico en tiempo de guerra. La interpretación del símbolo tiene otro enfoque de amenaza en el poema ‘El vals de los enamorados y unidos hasta siempre’, que constituye la defensa del mundo personal del autor y de su amada Josefina, en medio de la destrucción de la guerra civil, donde el rayo aparece como fuerza destructora. En Cancionero y romancero de ausencias, el símbolo refleja la misma maldición de la ausencia en una privación de la libertad. El símbolo del rayo tiene otro significado de fuerza, de valor positivo y amoroso dirigido a su hijo y a su esposa, en un contexto de tragedia.
Uno de los símbolos más hernandianos es el toro. La acumulación de animales como los leones, los tigres, las águilas y las hienas, representan a héroes y enemigos durante los períodos bélico y carcelario. En sus primeras composiciones, el toro se identifica con la muerte física y real, como ‘Citación final’, en homenaje al torero Ignacio Sánchez Mejías. También se relaciona este símbolo con el amor, que tiene dos interpretaciones básicas en su poesía. La primera se trata del toro bravo y en libertad, que representa la virilidad y la masculinidad de los instintos naturales. Se observa esta interpretación ya en la primera etapa, como en ‘Toro’. La segunda interpretación se trata del toro de lidia, en la plaza, que simboliza el destino final que va abocado al dolor y a la muerte. En poemas como ‘Como el toro he nacido para el luto’, de El rayo que no cesa, identifica al toro con el sentido de frustración por no escapar al destino trágico.
El buey refleja al toro castrado, que en la etapa bélica es símbolo peyorativo de quien no protesta ni reivindica social o políticamente, y que se menciona en ‘Vientos del pueblo’. En ’El niño yuntero’, la animalización del buey representa con ternura la solidaridad ante la injusticia. En la ‘Canción primera’ de El hombre acecha, se representa al hombre desalmado a causa de la guerra y del odio con la animalización de la ‘fiera’, ‘el tigre’, ‘el chacal’, ‘el lobo’, ‘la bestia’, y elementos como ‘colmillos’ y ‘garras’.

En la tercera etapa, el viento es el símbolo por excelencia de la poesía épica del autor, definiéndose como ‘viento del pueblo’. Este símbolo se dirige hacia lo colectivo con una bipolaridad negativa y positiva, teniendo diferentes valores en sus obras. En el primer período, tiene un valor natural como fenómeno atmosférico. Otro valor que toma en el contexto de la poesía de la naturaleza es la alternancia con la poesía religiosa, como en Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, donde el viento es místico y purificador, representando así la voz de la verdad de Cristo. En el segundo período, el viento se identifica con la imagen de la mujer deseada. En el tercer período, en tiempos de guerra, el viento se concibe como la fuerza del pueblo, donde la poesía tiene una función social dominante. Y en el cuarto período, el carcelario, el viento se transforma en el símbolo del odio, del rencor, un viento negativo que intenta destruir el amor y la vida. Este último es el viento del encono, que acosa a los enamorados tras la guerra para hacer imposible su amor.
Otro símbolo de esta etapa es la tierra, que representa el ciclo de la unidad en la naturaleza. Tiene varios significados, siendo el primero la propia naturaleza, la agricultura y el mundo del trabajo. En el contexto amoroso, el símbolo se relaciona con la vitalidad del amor, y en el contexto de la Historia destruida, simboliza la germinación y la desmesura del amor. Ya en la ‘Elegía’ a Sijé este símbolo reflejaba el significado de sepultura y cuna de vida, como en: ‘Yo qiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas’.

En la cuarta y última etapa, se imponen los símbolos de la luz y la sombra, es decir, de la vida y de la muerte, de la esperanza y de la frustración. En el caso de la sombra, aparece en ‘Elegía primera’ contra el asesinato de Federico García Lorca, diciendo así: ‘El sol pudre la sangre, la cubre de acechanzas y hace brotar la sombra mas sombría’. La sombra acapara el mundo poético del autor tras la muerte de su primer hijo y en su período carcelario, como cuando en Cancionero y romancero de ausencias se define entre tinieblas en: ‘¿Para qué quiero la luz si tropiezo entre tinieblas?’. Fue con la alegría de su futuro hijo cuando sus versos finales son de reafirmación de la victoria de la luz sobre la sombra, y triunfa la esperanza en la lucha. Por ello identifica a su hijo con el sol: ‘la gran hora del parto, la más rotunda hora’.

EL LENGUAJE POÉTICO DE MIGUEL HERNÁNDEZ: SÍMBOLOS Y FIGURAS POÉTICAS MÁS DESTACADAS.

Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela el 30 de octubre de 1910 y murió en Alicante el 28 de marzo de 1942. fue un poeta y dramaturgo de gran relevancia en la literatura española del siglo XX. Podemos decir que Miguel Hernández utiliza el lenguaje como sublimación de la realidad, que nos emociona porque alude a instintos humanos emocionales muy elementales. Aunque su poesía no es fácil, supo expresar con ella sentimientos universales de la vida, la muerte y el amor con familiaridad y contundencia, lo que hoy en día nos sigue conmoviendo a muchos.

Las imágenes y los símbolos empleados por Miguel Hernández varían, tanto en intensidad como en significado, según la etapa creativa y vital de éste. Podemos decir, que consta de cuatro etapas: Etapa oriolana, en la cual describe la naturaleza como objeto real; con sus metáforas, da culto a lo material y a lo humilde. Etapa amorosa-existencial, en la cual convierte a los objetos en metáfora de la pena amorosa y en la fatalidad, como amenaza existencial. Etapa bélica, donde refleja un espacio épico en el cual habla de la Historia. Se enfrenta a los desleales y magnifica el valor real del pueblo fiel a la República. Última etapa, en la que interioriza la Historia destruida. Esto lo hace porque siente la amenaza de la destrucción personal. Los mismos símbolos que anteriormente se habían utilizado para dar ánimos, durante los últimos años de la guerra y el período carcelario, se convierten en objetos-símbolos destructores.

En su primera etapa, donde cultiva la poesía de la naturaleza, podemos distinguir como motivo central la luna. Al principio la utiliza como naturaleza inmediata y real, poco después como metáforas inocentes en un contexto amoroso primerizo. En Perito en lunas, se convierte en el centro del universo con dos significados diferentes: el natural (ya que la contemplaba cuando pastoreaba) y el artístico, ya que identifica a muchos objetos de su alrededor con formas lunares; podemos decir que intentó ‘crear’ poéticamente hablando, una naturaleza lunada. Aunque en ‘Retrete’ utiliza la metáfora luna-retrete para mofarse, o por ejemplo en ‘Nanas a la cebolla’ utiliza la metáfora luna-pecho, identificando a los pechos de una mujer con la luna: ‘Una mujer morena resuelta en luna se derrama hilo a hilo sobre la cuna’. Distinguimos dos significados principales: la luna como paradigma al comportamiento de la naturaleza; presenta los ciclos de cambio de la naturaleza: los de la luna que se asocian con las estaciones y a las etapas de la vida (infancia, juventud, madures, vejez…), la utiliza para presentar los grandes ciclos míticos de la fecundidad y de la fatalidad. Así como también la luna como modelo de su proceso creativo, identifica su ascenso como poeta con las fases lunares, ya que de la ‘nada’ alcanza la plenitud.

En su segunda etapa desaparece la simbología de lo redondo y aparece lo punzante para representar a lo sangriento y a la pena amorosa. Miguel Hernández utiliza frecuentemente figuras como: el cuchillo, las navajas, los puñales, las espadas y principalmente el rayo. El primer poemario de Hernández que tuvo éxito fue El rayo que no cesa, donde el rayo representa la pesadumbre, la fatalidad, la angustia de un sentimiento de amor; refleja la insatisfacción profunda de la inaccesibilidad de la amada, ya que no puede gozar carnalmente de su amor.

La imagen del rayo sufre un cambio en su significado y pasa a ser positiva, ya que ahora el rayo significa fuerza y garra ya que hay equivalencia entre amor y esperanza y socialmente hay esperanza. El rayo también representa a los hombres en defensa de su pobreza, su trabajo y su casa. Al igual que con la luna, podemos distinguir dos significados diferentes: rayo-admiración (rayo de luz solar) y rayo-temor (rayo de tormenta).

Podemos decir que el toro es uno de los símbolos más hernandianos, éste sustituye a la delicadeza del ave, del ruiseñor de la primera etapa. Hernández utiliza la acumulación de animales, para representar a los enemigos y héroes sobretodo en el período bélico y el carcelario. En sus primeras composiciones se identifica con la muerte, pero también se relaciona con el amor, con dos interpretaciones: el toro bravo, en libertad, que representa la virilidad y la masculinidad de los instintos naturales; y el toro de lidia, en la plaza con valor trágico que representa el destino fatal que va abocado al dolor y a la muerte (frustración). En poesía épica se opone al buey, un símbolo peyorativo que representa al social o políticamente dominado, humillado. Con la animalización y la cosificación quiere dejarnos ver la solidaridad ante la injusticia.

Podemos decir, que el símbolo por excelencia en su poesía es el viento. Como símbolo del compromiso social y político de la solidaridad con los más desahuciados, los infra-asalariados y los republicanos progresistas fieles a la democracia. Se pueden destacar cinco valores de esta imagen: en el primer período se utiliza con su valor natural, fenómeno atmosférico; en la poesía de la naturaleza alternada con la religiosa tiene el valor de viento místico y purificador; en el segundo período, se identifica con la imagen de la mujer deseada; en el tercer período, con la fuerza del pueblo y en el período carcelario, el cuarto, viento del odio, del rencor, que intenta destruir, viento del encono.

La tierra es el símbolo de la propia naturaleza, se presenta como madre (que da vida) y que acoge después de la muerte. Podemos distinguir tres significados: representa la naturaleza, y el mundo del trabajo; la vitalidad del amor; y la germinación, la desmesura de amor cuando ha desaparecido el cuerpo amado.

La luz/sombra es un contraste que está presente en su primera etapa. En su última poesía se impone una dialéctica en la que aparecen los símbolos de la luz y la sombra. La sombra va apoderándose de los espacios vitales, conforme avanza la guerra, y sobretodo con la muerte de su primer hijo y en el período carcelario. Finaliza su obra con unos versos de reafirmación de la victoria de la luz sobre la sombra, triunfa la esperanza en la lucha.

Miguel Hernández ha servido de modelo para muchos poetas y como bien dice Jesucristo Riquelme, hay escritos que incumben más que el escritor, pero en el caso de Miguel Hernández, es la persona la que brilla por encima de sus textos.

Vida y muerte en la poesía de Miguel Hernández

En la poesía de Miguel Hernández, la vida y la muerte es uno de los temas fundamentales, en gran manera influenciado por muchas de las desgracias que transcurrieron a lo largo de su vida, como la muerte de sus tres hermanas, su amigo Sijé y su primogénito.

En su obra, donde se suceden todas las fases del crecimiento del individuo, se unen la vida y la muerte en el sentido existencialista del filósofo Heidegger (“El hombre es un ser nacido para la muerte”) y Quevedo (“vivir es un ir muriendo a cada instante”), y en el sentido de la muerte-semilla. Éste último establece a la mujer como aquella que proporciona la vida, lo que se simboliza mediante el vientre materno, y como vencedor de la muerte a aquel que engendra una nueva vida. Un ejemplo de ello es:

No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me ha dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana.

Por lo tanto, la vida de los seres humanos se entiende como semilla germinadora de una nueva vida, en la que el cementerio, los muertos y los esqueletos se emplean como símbolo de permanencia y constancia de la especie humana; como en:

Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo, se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.

Algunos símbolos relacionados con la dualidad vida/muerte, como los huesos y la lluvia, fueron empleados por Miguel Hernández para expresar el amor como síntoma de vida, luz, claridad y lo más elevado de la perpetuación de la especie, y el amor como destrucción, muerte, sombra, oscuridad y lo más bajo de la degradación humana.

En cuanto a los huesos, evocadores tanto de la vida como de la muerte, están presentes en las cuatro etapas de la evolución de su poesía. En el primer período, se citan cuando aparece la imagen de la muerte; en el período amoroso, como centros del impulso erótico; en el bélico, se usa la metonimia hueso-ser humano y se simbolizan con el empuje de los combatientes republicanos, así como con un valor implícito de germinación y resurrección, como en:

Desbordantemente sola
la leche alumbra tus huesos.

y en el período de las prisiones, su significado se dirige hacia la muerte, además de convertirse en el centro de la ausencia erótica y la imagen de la atracción amorosa.

Otro símbolo es la lluvia, la cual pasa de designar una mera realidad natural y representar al amor, a asociarse con la pena por la muerte de un ser querido, representada por el rayo. En esta asociación la lluvia es salvadora frente al rayo, que no lo es, debatiéndose así entre la destrucción y la salvación. Finalmente, da a la lluvia un significado regenerador de vida mediante el mito de la muerte que florece.

Como conclusión, podemos decir que Miguel, tras numerosas elegías a amigos y familiares muertos, consiguió que vida y muerte se abrazaran definitivamente en los poemas de Cancionero y romancero de ausencias.
Alicia Aliaga Vicente
2ºBat A