En su obra, donde se suceden todas las fases del crecimiento del individuo, se unen la vida y la muerte en el sentido existencialista del filósofo Heidegger (“El hombre es un ser nacido para la muerte”) y Quevedo (“vivir es un ir muriendo a cada instante”), y en el sentido de la muerte-semilla. Éste último establece a la mujer como aquella que proporciona la vida, lo que se simboliza mediante el vientre materno, y como vencedor de la muerte a aquel que engendra una nueva vida. Un ejemplo de ello es:
No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me ha dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana.
Por lo tanto, la vida de los seres humanos se entiende como semilla germinadora de una nueva vida, en la que el cementerio, los muertos y los esqueletos se emplean como símbolo de permanencia y constancia de la especie humana; como en:
Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo, se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.
Algunos símbolos relacionados con la dualidad vida/muerte, como los huesos y la lluvia, fueron empleados por Miguel Hernández para expresar el amor como síntoma de vida, luz, claridad y lo más elevado de la perpetuación de la especie, y el amor como destrucción, muerte, sombra, oscuridad y lo más bajo de la degradación humana.
En cuanto a los huesos, evocadores tanto de la vida como de la muerte, están presentes en las cuatro etapas de la evolución de su poesía. En el primer período, se citan cuando aparece la imagen de la muerte; en el período amoroso, como centros del impulso erótico; en el bélico, se usa la metonimia hueso-ser humano y se simbolizan con el empuje de los combatientes republicanos, así como con un valor implícito de germinación y resurrección, como en:
Desbordantemente sola
la leche alumbra tus huesos.
y en el período de las prisiones, su significado se dirige hacia la muerte, además de convertirse en el centro de la ausencia erótica y la imagen de la atracción amorosa.
Otro símbolo es la lluvia, la cual pasa de designar una mera realidad natural y representar al amor, a asociarse con la pena por la muerte de un ser querido, representada por el rayo. En esta asociación la lluvia es salvadora frente al rayo, que no lo es, debatiéndose así entre la destrucción y la salvación. Finalmente, da a la lluvia un significado regenerador de vida mediante el mito de la muerte que florece.
Como conclusión, podemos decir que Miguel, tras numerosas elegías a amigos y familiares muertos, consiguió que vida y muerte se abrazaran definitivamente en los poemas de Cancionero y romancero de ausencias.
Alicia Aliaga Vicente
2ºBat A
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