lunes, 17 de mayo de 2010

Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández

Miguel Hernández absorbió desde sus lecturas de adolescentes a nuestros clásicos y muy pronto a los poetas de la generación del 27. Y aunque estos poetas lo consideraron un “provinciano” y por tanto no lo veían como uno de los suyos, él los admiraba y la fusión entre tradición y vanguardia fue una característica que unió a Hernández ya al grupo poético de los 27.
En esa fusión se aprecia la participación de:

  • La tradición literaria: los clásicos de nuestro siglo de oro influenciaron a MH, ya que el trágico sentir del amor en los sonetos de Quevedo, el teatro, los poemas de Lope y sobre todo la metáfora culterana de la poesía de Góngora se manifiestan en la poesía de MH. Además le influyen el neopopularismo y algunos aspectos de la poesía de Becker (la desnudez, la pureza y la técnica del Simbolismo).

  • El magisterio de la generación inmediatamente anterior: También repercutió en la poesía de Hernández la poesía simbolista-modernista de Rubén Darío y la “poesía desnuda” de Juan Ramón Jiménez.

  • Las vanguardias: dentro del concepto de la “deshumanización del arte” (eliminar de todas las formas de arte todo lo que tenga relación con los temas humanos) las vanguardias buscaban un lenguaje propio basado en la audacia de la metáfora. Y tanto MH como la generación del 27 “absorben” este aspecto de las vanguardias, en su primera etapa (los años 20), pero lo hacen de forma innovadora y sin romper del todo la humanización del arte.
Con los años treinta irrumpe otro movimiento de vanguardia, el Surrealismo, que supone la “rehumanización del arte” e implicará una nueva imagen poética y una reivindicación de la “poesía impura”, lo que también contribuye a la poesía de MH.

Una fantástica simbiosis de todos estos factores se puede apreciar en la poesía de MH.
En Perito en lunas se puede ver la “poesía pura” tan típica de los comienzos de la generación del 27. La estética de este primer poemario contiene la fusión de tradición y vanguardia ya que podemos encontrar un vanguardismo tardío, cubista y ultraísta, el hermetismo intenso y lúdico que convierte al poema en un acertijo poético y el empleo de características del gongorismo como la octava real, las fórmulas sintácticas, el léxico culto, el hipérbaton recurrente y las imágenes metafóricas complejas.

En El rayo que no cesa, MH sigue la estela de un nuevo romanticismo de la mano del surrealismo, que implica una “rehumanización del arte”. Pero este poemario de amor trágico funde esa concepción poética con la tradición ya que: trabaja la métrica clásica (soneto quevedesco), la estructura y los componentes temáticos nos remiten al modelo del “cancionero” de la tradición del “amor cortes” petrarquista y la influencia del “doloroso sentir” de Gracilazo y el “desgarrón afectivo” de Quevedo.

Al irrumpir la guerra con vientos del pueblo comienza el tiempo de la poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia, por lo que hay: un empleo abundante del romance y del octosílabo, desarrollo amplio que remite a la “poesía impura” y además lo lírico cede a lo épico. Por lo tanto la imagen vanguardista y la metáfora surrealista, se funden con el neopopularismo en el tono y la métrica.

Finalmente con el Cancionero y romancero de ausencias hay un proceso de esencialización y de desnudez poética que se ciñen a los esquemas de la canción tradicional. Con ello, MH se relaciona con una corriente revitalizadora del “cantar” y es aquí, nuevamente, donde la tradición ofrece sus modelos a la vanguardia.
Herenia Miralles Liborio
2ºBat A

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